Juan José Granizo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública
Inteligencia artificial, robótica, genética…muchos son los avances de la medicina. Tantos, que estamos hablando de una revolución cuyo eje es la digitalización, que se ve amenazada por importantes problemas éticos, de seguridad o privacidad. Vamos a repasar los campos en los que la Medicina va a cambiar profundamente:
La digitalización irrumpió con fuerza hace años: historias clínicas electrónicas, citación por voz… lo digital ha mejorado la eficiencia y la seguridad de los pacientes, pero también supone graves problemas de accesibilidad a las personas mayores.
La monitorización de constantes vitales (ritmo cardiaco, actividad física, glucemias…) en dispositivos como teléfonos y relojes o con sensores implantados bajo la piel, permite vigilar desde casa enfermedades crónicas, reduciendo las visitas al médico o anticipando posibles complicaciones.
La creciente digitalización de la sociedad y la integración de este ingente caudal de información ha permitido hacer análisis inimaginables hace unos años a través de las técnicas de “Big Data”. Estas complejas herramientas matemáticas no están exentas de riesgos, como son la fidelidad de los datos a la realidad o su posible manipulación.
Con “Big Data” se vigilan de los efectos adversos de la medicación de manera rápida y efectiva, o se relacionan los niveles de contaminación ambiental con los ingresos por patología respiratoria en tiempo real, por poner dos ejemplos.
El “Big Data” puede analizar datos de toda naturaleza: sensores personales, historia clínica, analíticas, imágenes, genética…haciendo una medicina predictiva, anticipando complicaciones antes que aparezcan e incluso, un poco más allá, permite estimar la eficacia o seguridad de medidas preventivas o tratamientos. Todo ello, por ahora debe ser supervisado por un médico experto y por supuesto, con el consentimiento informado del paciente.
La inteligencia artificial es otro instrumento informático con múltiples usos, destacando en el diagnóstico por imagen (radiografías, electrocardiogramas, fotografías de piel o fondos de ojo) con tal eficacia que algunas herramientas de oftalmología son capaces de anticipar un diagnóstico varios años en comparación con un grupo de especialistas.
Sin embargo, están sujetas a riesgos y sesgos: por ejemplo, en el diagnóstico de melanomas las herramientas son fiables en blancos pero no en personas de otra raza, o basta rotar un poco una radiografía para que nos ofrezca un diagnóstico erróneo.
A veces la inteligencia artificial no es mejor que un buen médico, algo que en Europa no nos preocupa, pero las cosas son muy distintas en países con peor sanidad. Además, está disponible siempre que tengamos una conexión a la red. Los sanitarios le pedimos a la Inteligencia artificial que nos “razone” sus decisiones y que nos ofrezca una probabilidad de acierto con soluciones alternativas. Todavía es necesaria la supervisión humana pero ya nos libera de numerosas y tediosas labores administrativas más simples que el diagnóstico.
La genética es la gran promesa de la medicina, aunque su complejidad es tal que hasta que no se han aplicado técnicas de supercomputación y se ha abaratado el coste de la secuenciación genómica, no hemos empezado a ver resultados magros. Ya tenemos técnicas de manipulación genética fiables que nos permiten reparar daños en células con sorprendentes resultados en oncología o diseñar fármacos personalizados según los rasgos genéticos.
La genética con fines terapéuticos plantea pocos problemas éticos, no así con fines preventivos (supondría desechar embriones potencialmente enfermos) y no digamos si el fin es seleccionar o modificar el genoma para lograr capacidades superiores en busca de un “super humano”.
Tampoco está exenta de polémica la manipulación de animales con material genético humano con el fin de obtener órganos sanos libres de rechazo inmunológico. Aunque en materia de trasplantes están abiertas múltiples vías de fabricación de órganos sintéticos.
En los últimos años la bioingeniería es una disciplina en alza: hay técnicas quirúrgicas que se han beneficiado en seguridad y eficacia de humanos asistidos por robots. Los avances en tecnología permiten pensar que en pocos años dispondremos de un amplio arsenal de dispositivos tecnológicos implantables que permitirán sustituir órganos dañados, como ojos, extremidades o superar una lesión medular irreparable.
Es un futuro fascinante pero no carente de problemas éticos, económicos, operativos y de seguridad ya que la vulnerabilidad de muchos de estos avances ante la delincuencia informática es preocupante.
